Con todo esto que está pasando en el mundo a consecuencia del coronavirus, me he dado cuenta de muchas cosas. Y quizás ya sabía alguna de ellas, pero se hicieron más fuertes en el momento en que comenzó todo este rollo.
Me refiero a todos los sombreros que las madres tenemos que llevar, los cuales son aún más grandes en momentos como estos. Y no me estoy quejando, solo estoy compartiendo mi sentir, que al igual que yo, puedes sentir tú.
Soy una de las personas “afortunadas” que ha podido trabajar desde casa. He estado haciendo todos los “andos”: cocin-ando, limpi-ando, trabaj-ando, jug-ando, organiz-ando… y no sigo porque termino en un “ando” que no es parte del tema, dejémoslo ahí.
Y pongo la palabra “afortunadas” entre comillas porque muchos pensarán que estamos de vacaciones, “sí, claro”. La hierba siempre es más verde al otro lado.
El primer día es facilito, lo tienes todo bajo control. Pero ya el quinto día te quieres jalar los pelos. Y mira que mi nene es un dormilón y se levanta tarde, pero aun así requiere atención. Es aquí cuando es importante organizarte con tu esposo y trabajar en equipo para que ambos puedan hacer sus tareas efectivamente.
Además de trabajar desde casa y asegurarme que el trabajo fluya con normalidad, mis quehaceres en mi hogar continúan y aumentan. Cada día tengo que hacer las tres comidas para mi familia. Y es fácil decir: “come cereal para el desayuno, un sándwich para el almuerzo y un poco de ensalada para la cena, y te librarás de ese dolor de cabeza”, pero no lo harás.
Esta situación ha traído limitaciones. Nosotros no estamos viviendo nuestra vida normal, o mejor dicho, la rutina diaria. Hay escasez de las cosas que usualmente comprábamos. Y no te imaginas cuanta felicidad siento al ver que mi esposo consiguió una libra de pan. Antes podías darte el lujo de rechazar algún alimento, comer afuera, ir al supermercado por más cosas, pero ahora no es así.
Honestamente, considero que en parte esta situación nos ha enseñado a ser más agradecidos. A disfrutar de esas cosas simples que antes eran pequeñas y ahora son grandes.
El trabajo de una madre nunca termina:
- Se asegura de que su familia coma bien
- Les recuerda a todos que tomen sus vitaminas
- Encuentra juegos y cosas para que el bebé se divierta y ella pueda trabajar
- Se asegura de hacer bien su trabajo para su empleador
- Piensa contantemente qué va a cocinar
- Limpia y organiza la casa
- y mucho más…
A Dios gracias que tengo la ayuda de mi esposo, aunque muchas veces tengo que decirle que bote la basura, soy agradecida por su ayuda incondicional.
Admiro mucho más a las madres solteras que están afrontando esta situación solas, sean fuertes, y busquen ayuda si es necesario. Y si no aparece la ayuda, recuerda que lo más importante es el bienestar tuyo y el de tus hijos.
A pesar de todo lo que está pasando, y como dije anteriormente, estoy agradecida. Cada día me levanto positiva, a veces no tanto, pero sí con la fe de que Dios tiene el control, y que lo que estamos viviendo pasará.
La situación actual me ha enseñado a doblar rodillas, a orar con más frecuencia y fuerte que antes. Ayer, leyendo mi devocional, leí un verso de la Biblia que me dio tanta paz, y deseo compartirlo:
Espero que todo esto pase pronto. Y no digo que todo vuelva a la normalidad, porque en parte quiero que todo sea diferente, para bien. Esta situación que estamos viviendo ahora nos está enseñando no solo a cuidarnos físicamente, sino también a cuidar nuestra alma y corazón.
Déjame saber cómo te sientes y tus consejos para llevar con bien esta situación.
¡Bendiciones!
Love it!❤️
Gracias por leerme y el apoyo 😘